Demonizada en los Estados Unidos, normalizada en Europa, la cocaína es sin duda alguna una sustancia a la que echan mano millones de usuarios en todo el mudo pese a la prohibición que rige sobre ella. Pero ¿fue así siempre? ¿Cómo era la vida de las personas cuando este polvillo blanco era absolutamente legal y se vendía en las farmacias libremente? ¿Qué pasaría en el mundo si la cocaína siguiera los pasos legales que está siguiendo la cannabis? ¿Lograron tantos años de prohibición reducir el consumo y la demanda? No existe libertad de elección si no hay acceso a la información y en este sentido es bueno revisitar conceptos y también sustancias.

Freud, en su laberinto de espejos

La cocaína es el alcaloide que se extrae de la planta Erythroxylon coca, aislado por primera vez en 1859 por el químico teutón Albert Niemann y fue comercializado como medicamento a partir de 1882. El uso de la sustancia fue bastante limitado hasta que el médico militar Theodor Aschenbradt adquirió un gran cargamento, descubriendo al administrárselo a sus soldados que estos soportaron con creces la fatiga extenuante que sufrían en las maniobras de combate.

Esta data llego a los oídos de un joven Sigmund Freud aquejado por melancolía y fatiga crónica. Acto seguido el que sería más tarde considerado padre del psicoanálisis, fue uno de los primeros científicos que experimentó con la cocaína como lubricante social: el polvillo blanco hizo su efecto en el ¡y de que manera!

Freud decía que se sentía mejor que nunca y empezó a recomendar y a suministrar el producto a su novia, a sus amigos, familiares, colegas y todo el que se encontrara alicaído, además de escribir varios artículos alabando sus virtudes en el que se destaca Uber Coca, un ensayo casi novelado de su euforia y posterior bajón.

Foto Facebook.

El subidón freudiano tuvo su apoyo por parte de la industria farmacéutica con principales laboratorios, con Merck a la cabeza que no tardaron en darle amplia propaganda y difusión, y recomendarlo como cura para un sinfín de males. Así fue que hacia 1,900 que el cloridrato de cocaína fue utilizado en cirugía ocular y por tener la paradójica combinación de ser anestésico y estimulante a la vez, fue recetado y usado como “la forma más racional y científica para curar catarros crónicos, tuberculosis, debilidad general, las irritaciones de la boca, dolor de garganta, afonía, mal aliento, decaimiento, estreñimiento entre otros muchos males”, se podía leer en el diario El Imparcial de Madrid hacia 1907.

Hasta era suministrado a niños pequeños como remedio contra el resfriado en pastillas con menta sin que nadie se escandalizara. Los médicos llegaron a recetarlo exhaustivamente y hacia 1909, en Buenos Aires se vendía con exagerada propaganda en frascos de 100 gramos como Opotónico Merck (foto abajo). Así, se disolvía un gramo en un vaso de agua o soda haciendo de esta, la administración por vía oral, la mejor forma de que la sustancia liberara sus acción terapéutica en el tracto digestivo donde se absorbe de forma lenta.

Un comercial de la época donde se exponían las virtudes del Opotónico.

Paradójicamente, mientras la cocaína fue legal, casi no se registraban reportes de gente adicta. El consumo problemático llegaría con su prohibición como así también con las nuevas formas de hacerla ingresar al cuerpo humano y ya en el mercado negro su adulteración era inevitable.

Cocaína: el pase a la clandestinidad

Si nos remontamos a principios del siglo XX, nos daremos cuenta que no solo la cocaína, sino también el cannabis, el opio, la morfina y la heroína eran de venta libre y ampliamente utilizados por millones de personas.

Pero poco tuvo que ver la salud pública en la prohibición de las sustancias, ya que siempre primó el interés de los estados en, con la excusa del consumo penalizado, meterse en la vida privada de las personas y usarlo como modo de poner limites a ciertos grupos sociales y raciales.

Hoy en día, cientos de medicamentos controversiales por sus efectos no deseados se venden de todos modos y en cantidad. Fue de esta manera como, pasado el año 1920, las leyes internacionales intentaron controlar la producción del polvillo para, en poco tiempo, prohibir definitivamente su producción, distribución y consumo.

Pasado el año 1920 las leyes internacionales intentaron controlar la producción del polvillo para, en poco tiempo prohibir definitivamente su producción, distribución y consumo. Foto EFE.

Así fue como las mafias entraron en el ‘negocio’, y obviamente su precio subió desmedidamente, la calidad bajó, y se empezó a “estirar” con adulterantes a la par que se pusieron en práctica otras formas de administración: la tentación por el fruto ahora prohibido proporcionó la mejor propaganda y el consumo se disparó en gran parte del globo y el resto es historia, ésta historia.

Ya no se consumió por via oral sino que se empezó a “esnifar” es decir, a aspirar por la nariz, dado lo prohibitivo del precio y aprovechando que las terminales de vasos capilares cercanos al cerebro, aseguraban una rápida subida con cantidades mínimas.

También se incrementó su consumo inyectable, pero en menor medida. Asimismo, se comenzó a fumar la pasta base de cocaína en sulfato que es un paso antes del cloridrato.

Ante el nuevo y sombrío panorama surgió el consumo problemático y las llamadas psicosis de cocaína a la vez que la persecución de usuarios se tornó más encarnizada. La guerra contra las drogas se descubrió como una guerra contra los que tomaban drogas, cuyas víctimas principales, fueron los usuarios.

Con cocaína, ¿todo iba mejor?

El paradigma de la medicina actual se centra en que se dan remedios que no alteran la supuesta normalidad de un individuo, para actuar normalmente. Lejos están hoy de recetar “panaceas” como era costumbre dar a mano llena a principios del milnovecientos.

La bebida cola más famosa fue inventada en 1886 y fue promocionada, previo a llamarse como en la actualidad (ver párrafos posteriores), a forma de tónico para las dolencias y contenía además del sabor y la cafeína extraída de la nuez de cola sabor a coca y por supuesto cocaína, que empezaba a asomar como moda en la época.

Cada pequeño vaso de aquella bebida cola contenía una cantidad de 9 miligramos de cocaína. Y de la misma forma, también el vino Mariani contenía hojas de coca y alcaloide, y era muy popular en mesas y fiestas.

El creador de la primera versión del brebaje que es hoy bebida más popular del mundo, John S. Pemberton, era un usuario serio de morfina tras ser herido en la guerra civil norteamericana, y al enterarse que la cocaína era una alternativa al uso crónico de opiáceos, y le ayudaría con sus dolencias, no dudó en incorpórasela a su mezcla.

El resto, es historia conocida…

De acuerdo a la BBC, “la ‘Mercancía N°5’ o el extracto secreto de la hoja de coca peruana, en su forma descocainizada, ha sido un saborizante esencial de la cola más famosa, desde inicios del siglo XX”, según el artículo “Ingredientes secretos: la política de la coca en las relaciones Perú-Estados Unidos, 1915-1965”, publicado en el Diario de Estudios Latinoamericanos de Cambridge University Press, en 2004.

Para 1938, agrega el informe, Estados Unidos, estaba importando 107 toneladas de hoja de coca al año y a inicios de los 40, más de 200 toneladas anuales, según el texto de Paul Gootenberg, también autor del libro “Cocaína andina. El proceso de una droga global”.

Asimismo indica que los proveedores de hoja de coca descocainizada en aquellas épocas en Estados Unidos fueron Schaeffer Alkaloidal Works of Maywood, primero, y luego Maywood Chemical Works, detalla Gootenberg.

Por su parte, Stepan Company adquirió Maywood Chemical Works en 1959, según su página web y un artículo de 1988 de The New York Times se refiere a Stepan como la única importadora estadounidense de hojas de coca.

Cocaína, la dicha en movimiento

La cocaína puede ser administrada de diferentes formas. Cuando es fumada, sus efectos son instantáneos, pero los mismos se van a los cinco minutos. Por vía intravenosa, el efecto también es inmediato y la duración supera los 20 minutos.

Esnifada, es decir, por via nasal, los efectos demoran más en aparecer y pueden durar hasta 30 minutos dependiendo de la calidad y cantidad del producto. La llamada farlopa, perico, merca (dicen algunos que es por el laboratorio Merck), blanca o nieve, es un poderoso estimulante que hace que los mensajes entre el cerebro y el cuerpo se muevan rápidamente causando alerta y estimulo físico.

Al consumirla, el cerebro libera una gran cantidad de dopamina, neurotransmisor vinculado al pensamiento, el ánimo y el bienestar. Una especie de euforia o sobria embriaguez invade los sentidos; se siente desinhibición y claridad de pensamiento; aumenta la energía y la lengua se suelta, ahí es cuando el “perico” está desplegando su efecto.

Algunos bebedores de alcohol la usan para “curarse” cuando la bebida ya embotó sus sentidos, sintiendo una inmediata recuperación. Otras personas desarrollan una marcada dependencia psíquica con la sustancia, ya que químicamente la dependencia física está descartada, aunque a lo que no pueden resistirse es al subidón de dopamina que proporciona el polvillo y comienzan a repetir el ritual, más de la cuenta.

Como con todo fármaco, veneno y medicina, el peligro radica dependiendo la dosis en la que se consuma.

La hecatombe: la tentación del fruto prohibido

Así fue como, desde rockeros hasta empresarios, desde mecánicos hasta ingenieros, desde futbolistas hasta filósofos, la ‘Reina Blanca’ atravesó profesiones y clase sociales. Prohibida, pero demasiado vista o mejor dicho aspirada, solo complicó las cosas convertir en delito aquello que la costumbre impuso.

En este sentido, nuevas políticas de reducción de riesgos y daños asociadas al consumo, se están poniendo en práctica en parte de la Unión Europea con resultados más que aceptables: se trata de acercarle al usuario, sea este problematico o no, herramientas que no corten su libertad de elegir una sustancia que por más prohibición que pese sobre ella, él ya ha decidido usar.

Manuales de uso, instrucciones o tests sirven para que la vida del usuario no se vea comprometida con el uso de diferentes drogas ilegales. En tal sentido el folleto de la ONG Energy Control “A ambos lados de la raya” es un perfecto manual de usuario además de una obra de arte en sí mismo.

A veces prohibir una sustancia solo la hace tejer un halo de atractivo por lo prohibido que es compulsión humana desde tiempos inmemoriales, mismo que con la marihuana. En especial y hay que ser cauteloso en esto, ya que para muchos jóvenes, no hay mejor propaganda para una sustancia, que su férrea prohibición.

Cocaína, un futuro blanco ¿y puro?

La prohibición de determinadas sustancias a lo largo del tiempo ha demostrado ser contraproducente; ahí tenemos el tendal de víctimas que dejó la ley ‘seca’ de 1920 que prohibió todo tipo de bebidas alcohólicas en Estados Unidos.

Así fue como el alcohol adulterado mató a mucha gente, pero aún más murió por balas de las mafias que inevitablemente surgieron tras la prohibición del etílico.

Citando al poeta y dramaturgo francés Antonin Artaud: “Suprimidle a la sociedad un medio de locura o alienación y esta sociedad creará cien medios de locura y alienación peores a aquél que habéis prohibido” y ahí están ahora el meth y el fentanilo inundando las calles para dar la razón al visionario poeta.

Se ahorrarían lagrimas, dolor, sufrimiento y muchas muertes si se regularan y controlaran la calidad de todas las drogas, para de esta manera venderlas en farmacias con sus respectivos prospectos y lo principal: que paguen el impuesto correspondiente que las autoridades se encargaran de calcular, algo similar a lo que se hace con las bebidas espirituosas y los cigarrillos en la actualidad.

La perdida de recursos y vidas humanas es una cuestión de vital importancia que nos marca que es hora de terminar esta guerra. Colombia es el mayor productor de cocaína en el mundo, el que más exporta cocaína a los Estados Unidos y el que tiene la oficina de la DEA más grande fuera del suelo norteamericano, tal vez por eso el gobierno colombiano pidió poner fin a la guerra contra las drogas en su territorio a la vez que liderar un experimento sin precedentes a nivel mundial: la despenalización de la cocaína.

Incluso, apenas dos semanas después de asumir su mandato el presidente de Colombia, Gustavo Petro, propuso en un discurso terminar con la prohibición y lanzar un mercado de cocaína regulado por el estado. Piensa lograr su objetivo promulgando nuevas leyes así como también alianzas con gobiernos de países vecinos de Latinoamérica.

La DEA no vió con buenos ojos las declaraciones del mandatario colombiano y llevar su propuesta a instancias internacionales será un trabajo duro; pero en este como en otros temas, lo que ayer resultaba impensable, hoy es una realidad palpable. El futuro no está escrito y es una pizarra blanca…

Así es que la línea de tiempo de su prohibición, alcanza su final en su momento más álgido.

Este artículo se realizó con bibliografia de:
Antonio Escohotado: Historia general de las drogas
Sigmund Freud: Uber coca
Tomas Szasz: Nuestro derecho a las drogas

Y con información de: ABC, La Nación (planes de Petro), BBC (sobre el inicio de las drogas y su venta libre), Universidad de Chile (los escritos de Freud sobre la cocaína) y National Library of Medicine: uso de sustancias, cocaína.

(*) El autor, Jorge ‘Orge’ Asprea es argentino, periodista, estudioso y gran conocedor del cannabis, como de plantas sagradas, psicoactivas y demás. Trabajó en la Asociación Madrileña de estudios del Cannabis; en el Marihuana and Hemp Museum de Amsterdam; fue redactor y consejero cannábico de la revista THC por 11 años. Colaboró con Energy Control (Europa) y con ARDA (Asociacion de Reducción de Daños de Argentina). Fue colaborador de los diarios argentinos Clarin y Pagina 12, y de la organización de la Million Marihuana March de Buenos Aires.

Contacto: jorgeorgeasprea@gmail.com

Nota de la redacción: No es intención del redactor ni de esta publicación incitar al uso de sustancias prohibidas.